Ésta es la mejor forma de impulsar la sostenibilidad y viabilidad del entorno rural y ofrecer oportunidades a los jóvenes viticultores, así como mantener el arraigo y la cultura vitivinícola catalana.
La economía social y colaborativa está íntimamente ligada a la historia y tradición vinícola catalana. Fue a principios del s. XX cuando pequeños agricultores de toda Catalunya se unieron en cooperativas para poder así elaborar y comercializar su vino reduciendo así los intermediarios. Un movimiento que fue el germen del vino social, consiguiendo preservar su calidad a la vez que se garantizaba la supervivencia del tejido social del campo catalán.
Actualmente la mitad de lo que se produce en Catalunya es vino social. Hablamos de 50 cooperativas que elaboran 1,5 millones de hectolitros de vino al año. Un modelo que ayuda a cohesionar el territorio ya que en muchos pueblos lideran la economía local e impulsan actividades culturales, sociales y formativas.
